domingo, 1 de marzo de 2009

Para la galería

Para la galería
Por Fernando Rospigliosi

Como era previsible, la nueva ministra del Interior, Mercedes Cabanillas, trabaja incansablemente con un solo propósito: mejorar su apariencia en vistas a las elecciones de 2011. Con medidas efectistas, casi siempre ineficaces, busca ganar puntos en las encuestas. Para ella, discípula aprovechada de Alan García, la política es una cuestión de imágenes.
Un ejemplo es lo que hizo esta semana con cuatro policías que aparecieron en un video, colgado sin su consentimiento en la Internet. Para reforzar su reputación de persona de “mano dura”, Cabanillas decretó una sanción de dos meses de suspensión sin goce de haber.
Un abuso y un maltrato contra el eslabón más débil de la cadena, cuatro suboficiales sin poder ni padrinos. Esas chicas estaban jugueteando entre ellas, en paños menores, en un recinto cerrado, fuera de las horas de trabajo. ¿Qué delito o falta cometieron? Ninguno.
IDL Seguridad Ciudadana establece diferencias: “Una cosa es la mano de hierro y otra la cara de vinagre.” (“Thatcher de alcoba”, 27.2.09).
Además de configurarse “un flagrante abuso de autoridad de la administración” al investigarlas y decretar una sanción anticipada, dice IDL-SC, otra razón para criticar la actitud de la ministra es que “hay suficiente corrupción que perseguir para no perder el tiempo y la brújula acosando a 4 jóvenes policías que, a fin de cuentas, no cometieron falta alguna”.
SEÑORA FEUDAL
La ministra apareció públicamente sancionando a las cuatro chicas. Pero ella no puede hacer eso. No estamos en una monarquía o en la Edad Media, cuando el rey o el señor feudal imponían arbitrariamente castigos a los siervos. Existen reglas, procedimientos, instituciones.
La supuesta sanción de la ministra ha sido saludada públicamente por el presidente Alan García que, como todos saben, le gusta creerse el rey.
Esa actitud está en línea con lo que sostuvo García hace poco: las autoridades estatales deben saltarse las normas y gastar sin temor a las leyes y los controles.
Lo que pregonan García y Cabanillas es que los que tienen poder deben usarlo a discreción. Ese comportamiento irresponsable, viniendo de las más altas autoridades, alienta a las personas a hacer lo que les da la gana, desde pasarse una luz roja hasta bloquear carreteras.
RÉGIMEN DISCIPLINARIO
Como parte de su campaña demagógica, Cabanillas ha dicho que va a modificar el régimen disciplinario de la Policía porque es muy “blandengue”. Eso no solo es falso, sino que le da en la yema del gusto a los oficiales reaccionarios y corruptos de la institución que hace rato quieren cambiar la ley.
La ley de Régimen Disciplinario (Nº 28338) se aprobó en julio de 2004 y es producto de la reforma policial que se empezó en 2001 y se abandonó luego.
El sistema anterior tenía varios problemas, entre otros, dos relevantes. El primero, que se prestaba al abuso y la arbitrariedad de los superiores respecto a los subalternos.
El segundo y más importante, que permitía a los policías sancionados recurrir al Poder Judicial, que indefectiblemente les daba la razón, aduciendo que no existía el debido proceso ni el derecho a la defensa.
¿REGRESAN LOS CORRUPTOS?
Cada año retornaban por mandato judicial a la Policía entre 150 y 300 efectivos expulsados de la institución, muchos de ellos delincuentes. Eso se acabó con la nueva ley. Desde que empezó a aplicarse ni un solo policía expulsado ha regresado por mandato judicial. Por eso los corruptos quieren desarmar la ley vigente.
Es verdad que ahora no se puede sancionar arbitrariamente a nadie, que existen tribunales, doble instancia y plazos. Pero ese es el costo que tiene asumirse para respetar el debido proceso, evitar los abusos y, sobre todo, impedir que los corruptos regresen por la puerta falsa.
Otra de las innovaciones positivas de la ley, fue que estableció sanciones pecuniarias, la suspensión sin goce de haber. Esa fue una sugerencia de la delegación del FBI norteamericano, que colaboró con la reforma policial a principios de 2002. (Otra fue la creación de la Oficina de Asuntos Internos en el Ministerio, que cumplió un papel importante y hoy está abandonada).
La ley de régimen disciplinario ya fue modificada, en un sentido retardatario, en noviembre de 2007, por la propia Cabanillas, en la Comisión de Defensa del Congreso (ley Nº 299133). ¡Y ahora dice que es “blandengue”!
JUGANDO CON LA GASOLINA
Otra de las medidas espectaculares que acaba de realizar Cabanillas, es firmar un convenio con Petro Perú para el abastecimiento de gasolina. Supuestamente, eso evitará el robo de gasolina. Mentira, por supuesto.
De hecho, su compañero Luis Alva Castro hizo exactamente lo mismo. El 15 de abril de 2008 suscribió el mismo convenio con Petro Perú, sólo que lo hizo en presencia de Alan García. Y en julio de 2008, junto con el entonces presidente de la empresa estatal César Gutiérrez, inauguró las tarjetas electrónicas que iban a evitar la sustracción de combustible. Todo una farsa.
Cabanillas, sin mucha imaginación, ha repetido exactamente lo que hizo Alva Castro. Y tendrá, naturalmente, los mismos resultados. El robo seguirá.

Leer es saber ver

Dom, 01/03/2009 - 00:05
Por Luis Jaime Cisneros
El tema de la lectura viene agitando el ambiente. Lo encaran con seriedad las instituciones pedagógicas y la prensa, y no deja de asignarle importancia la autoridad. Sin embargo, un hilo de preocupación me recorre cuando oigo hablar de ‘buenos propósitos’ que parecen muy alejados de todo planteamiento correcto. Se ha incrementado la campaña por la lectura iniciada hace unos años. Estupendo. Que todos los estudiantes deberán leer un número determinado de libros. ¡Cuidado con el tono obligatorio! La lectura es una opción inteligente que el muchacho debe aprender a asumir. No es una obligación que se deba cumplir por imperio de la ley. ¡Cuidado! Todo nos puede salir al contrario de lo proyectado.
Hay que leer para salvarse de la ignorancia. Una cosa es asistir a la clase de matemáticas y otra aprender esa disciplina. Hay que asistir a las clases de Historia y estudiar en los libros de historia. Nadie tiene que ‘estudiar’ una lectura. Los niños deben aprender a descubrir el gusto por la lectura, y de los maestros debemos esperar que aciertan a despertar en los alumnos el sabor de la buena lectura. Cuando me invitan a leer los Paisajes Peruanos de Riva Agüero no me obligan a leer un texto de historia sino me proponen gozar de la prosa de Riva Agüero.
Con imposición no hay lectura provechosa ni aprovechable. Mejor dicho: no hay lectura. Crear ambiente y predisponer al alumno para la lectura no consiste en imponerle textos, sino en despertar en él la inquietud suficiente para ir en busca del libro. La escuela tiene que ayudarlo a elegir. Es imprescindible haber generado en el estudiante la ‘necesidad de leer’. No cabe imponerla, porque nuestro deber no es instruirlo sobre la lectura sino educarlo en el ejercicio de ella. A Carlos puede inquietarlo (y hasta conmoverlo) un libro de cuentos; a Raquel, uno de adivinanzas; a Margarita uno sobre flora y a la mayoría un libro de cantos populares. Lo que fuere. Descubrir que el libro calma la sed particular, sentir que la lectura satisface una inquietud personal, aclara el horizonte y abre camino al porvenir. Esos son los signos positivos.
Este tema de la lectura merece honda reflexión, a la que deben verse convocados no solamente los maestros sino los padres de familia. No se trata de exaltar lo que cada uno debe esperar de la lectura, sino de tener en cuenta lo que la lectura espera de nosotros. Si no nos acercamos a ella con ánimo de comprender, no cabe esperar que la lectura ofrezca beneficio alguno. Si no descubro un lazo que me vincule con el texto, no puedo afirmar que hubo lectura. Si no comprendo, no aprovecho lo leído. Leer supone recoger la esencia de lo que está ahí escrito. No tiene nada que ver con la grafía, sino con el espíritu que animaba al que escribió lo que estamos leyendo. Para alcanzar esta ventaja hay que habituarse a la lectura silenciosa. No es nada fácil. Porque para lograrlo hay que haber aprendido a leer en alta voz, ejercicio indispensable para asegurar la comprensión.
Debemos tener en cuenta esta afirmación: no hay que ‘enseñar’ a leer. No lo conseguiríamos nunca. Hay que aprender a invitar a leer. A leer se aprende leyendo: leyendo con entusiasmo, leyendo con interés, leyendo con pasión, ingredientes todos ellos del provecho. La lectura bien aprovechada influye en el aprendizaje y se convierte en un indispensable instrumento pedagógico. Cuanto más se ha progresado en conocer el funcionamiento cognitivo, se ha hecho más clara la responsabilidad de la lectura.
Lograr que el alumno comprenda es una urgente y difícil tarea del profesor, que debe estar bien entrenado en el oficio. No se trata de que el alumno tenga buena vista y mejores anteojos. Se trata de entrenar el cerebro en la interpretación de los textos para asegurar la comprensión de cuanto va leyendo. Leer es saber ver. Para lograrlo hay que aprender a observar bien el continente y profundizar mentalmente para descifrar el contenido. No leemos letras sino grandes unidades semánticas. Desciframos lo que significan las palabras y lo que significan las relaciones gramaticales creadas por ellas. Si acertamos, hemos comprendido el texto. Y una última advertencia. Leer no solamente es comprender. Es también juzgar. Y algo más: no hay lectura completa si no hemos aprendido a apreciar el campo estético. Nada de eso se aprende en la escuela. Lo enseñan las lecturas, gracias a este ejercicio constante de comprender y juzgar.